Vinicius tuvo unos tres primeros años duros tras llegar en verano del 2018 al Real Madrid. Los goles no entraban y fue carne de meme. El brasileño siempre lo intentaba, era un incordio para las defensas rivales, pero de cara a portería estaba negado. Mucha gente creía que no tenía gol y era víctima de críticas diarias en la prensa.
El jugador tuvo que tener mucha dureza mental durante todos esos años para no venirse abajo. Trabajó duro en la sombra para seguir creciendo como futbolista y para mejorar sus puntos débiles. Pocos creían en él tras tres temporadas en las que careció de pausa de cara a la portería contraria, la ansiedad se apoderaba de él en el área rival.
Pero llegó Ancelotti, los dos primeros partidos con el italiano en el banquillo, Vini fue suplente, pero salió la última media hora en ambos encuentros y marcó un gol contra el Alavés y dos frente al Levante. Estábamos ante otro futbolista, con la chispa de siempre para el regate, pero más acertado de cara a la portería rival.
La pasada temporada fue la de la explosión del brasileño. Acabó con 22 goles y 20 asistencias, números de estrella mundial. Y como colofón, marcó el tanto que le dio al Real Madrid su decimocuarta Champions en París. Pasó a ser el ídolo de muchos madridistas.
Él sigue intentado mejorar, en cada entrenamiento trabaja el disparo a puerta, la definición, trabaja en casa con un entrenador personal. Aún no ha acabado la temporada y ya ha igualado los registros de la pasada, ya nadie duda de que es el mejor extremo izquierdo del mundo, una pesadilla para los rivales que sólo pueden pararlo con faltas.